El proyecto surge a partir de la necesidad de aceptar la impermanencia inherente al ser humano y su entorno. Me interesa la fragilidad, la desmaterialización, lo mutable, lo vulnerable, lo transitorio y lo efímero. Entiendo lo físico como unidad dinámica expuesta a una transformación constante.
No hay nada sólido ni duradero que podamos señalar por más que nos empeñemos en ello. Nuestra lucha por permanecer representa una falsa pasión por la seguridad sobre la cual edificamos nuestra existencia. Este propósito no sólo es imposible, sino que irónicamente nos provoca el mismo dolor que intentamos evitar.
Paradójicamente, ser conscientes de esta impermanencia es la única cosa a la que podemos aferrarnos. Quizá nuestra única posesión duradera.
En el contexto de escenarios heteronormativos notamos cómo se perpetúan estereotipos en relación al género. Hemos adecuado nuestra mente y nuestros cuerpos de acuerdo a lo que las normas sociales nos señalan; cómo caminamos, qué vestimos, cómo performamos. A lo largo de mi cotidianidad familiar, estos hechos no han sido ajenos, se han adoptado estas ideas en torno a las expresiones de género normadas por una hegemonía.
Siento la necesidad de recalcar que este es un proyecto desde mi propia exploración sobre el tema, desde el cuerpo, desde mi propio tránsito. Más que responder preguntas, mi interés radica en aquella deconstrucción de una masculinidad impuesta. Aquel escenario donde dos hombres cis reconstruyen una nueva alternativa.
Para resolver el tema, re-observo mi archivo familiar fotográfico como un ejercicio de reconocimiento a estos estereotipos implantados. Asimismo, re-encontrarme con escenas que rompen justamente con la tradición.Un ejercicio visual que consiste en cuestionar el tema a partir de la disposición de imágenes que se confrontan y, a su vez, dialogan entre sí. Aperturo, a fin de cuentas, una reescritura del pasado y con el presente.