Sobre los territorios y las fronteras.

De los términos relacionados al espacio, el territorio tiene una característica especial
de pertenencia. Por un lado, tiene una contención que parte de una superficie terrenal, un
lugar específico y figurativo que aglutina e incluye: nos hace pertenecer. Por otro lado, nos da también la posibilidad
de señalar márgenes, es aquí cuando actuamos de manera territorial. Y como resultado también encontramos su singularidad: nos hace parte de algo, nos
somete, pero a la vez nos sentimos tan propios que lo reinamos. Si cada persona forma parte de un territorio
del cual es partícula y dominante, en tanto, la misma logra permitir el surgimiento de fronteras
entre cada individuo. Pensemos en las fronteras como espacios abiertos que difuminan la transición entre un área y la colindante, como
muros traslúcidos, porosos y permeables, que más que delimitar o separar, permiten la coexistencia y comunicación entre distintos
hábitats.

Fronteras Incorpóreas, de Midchel Meza, nos permite dar a conocer su perspectiva sobre esta configuración entre polos, muchas
veces considerados distantes en tres dicotomías principales. La primera yace en la dualidad entre lo que hasta ahora
conocemos como la “realidad táctil analógica” y la “realidad virtual de los medios digitales”. La segunda entre lo que es
certero y conocido (hasta cierto límite) sobre el planeta por el ser humano en contraposición con la incertidumbre del saber
del universo. Y por último, el individuo como ser autónomo y a la vez su evidente dependencia de las provisiones del medio
ambiente. Por lo tanto, podemos comprender a cada ser vivo como un territorio independiente que se encuentra ligado a la constante
nutrición a través de estas fronteras, las cuales nos unen y separan al mismo tiempo entre nosotros mismos, es en este
punto donde se evidencia la indispensable fusión universal entre cada territorio. 

Solange Adum Abdala
Curadora

Slide Slide Slide Slide Slide Slide

“I’m not a map, I’m a labyrinth”.
—Liza Ambrossio

Desde la disrupción de la denominada “Revolución Digital” en el último siglo, el desarrollo de la sociedad se ha establecido bajo la búsqueda de nuevos patrones de producción y esquemas sociales. En este panorama, el registro del paisaje/territorio ha surcado un momento de convergencia: representar el entorno físico es y ha sido una herramienta para abordar la “realidad” y conocerla, y un valor añadido en el ámbito de supervivencia. La realidad era algo desconocido para el ser humano, y en su proceso de evolución buscó maneras de poder interpretarla y expresarla gráficamente.

Evidentemente, la principal diferencia entre los mapas realizados en papel y los mapas digitales no es tanto el aspecto de la materia con la que están hechos, sino las posibilidades que esas materias ofrecen. Según Verónica Perales Blanco en su artículo “Cartografías desde la perspectiva artística. Diseñar, trazar y navegar la contemporaneidad” (2010), señala que “el nuevo formato opera directamente con los datos (la fuente), mientras que el mapa en papel es una integración de los mismos (representación cerrada). Desde esta condición es lógico que, una variedad de proyecciones de un mismo objeto proporcione una visión más completa que un único punto de vista o una visión singular. La posibilidad de disociar o separar en capas datos de diferente naturaleza (visión selectiva), también aporta a un gran potencial a las cartografía digitales y ‘cibercartografías’”.

Hay un viraje en cómo percibimos y nos relacionamos con la naturaleza a raíz de la virtualidad. Desde el uso de la información satelital en el sector agrícola, hasta la posibilidad de mejorar el cuerpo con implantes biónicos, la tecnología magnífica nuestro control sobre lo real, y a su vez, nos da nuevos ojos para asimilar el mundo. El marco ideológico que surge al conjugar la tecnología con el sistema neoliberal actual invita también a considerar el desgaste y desvanecimiento de la materia generado por el cambio climático. Uno de los casos que utiliza el presente proyecto para plantear esta problemática se ubica bajo la desaparición de nevados y montañas en la Cordillera Blanca peruana. Estos espacios son ejes próximos de la desidia del sistema económico actual que apaña a los factores de producción en masa y la no dignificación del ecosistema.

Tomándolo desde el corto plazo, la atomización y la alienación social, la degradación de lo medioambiental —o a un nivel más básico— la vehemencia descontrolada de la humanidad contra todas sus limitaciones prácticas, son el costo inmediato de nuestro “progreso”. La esencia de lo virtual se encuentra precisamente en un rechazo material, en donde lo material se transforma en la raíz de nuestras limitaciones. Es aquí donde no paramos al borde del infinito, y en donde debemos considerar cuál será nuestra relación con este nuevo mundo antes de entregarnos a él.

Agradecimientos,
A la familia Álvarez-Espinoza: Sofía, Natalia, Regina, Esther, Edgar y Filomena. A Solange Adum por ser luz siempre. Al grupo de acompañamiento por el buen ánimo e intercambio de ideas: Miguel Palomino, Ana Lía Orézzoli, Janice Brysson, Cristias Rosas y Gabriela Pinto. A César Porta y a Martín Macassi por sus aportes con los últimos detalles. Y a Rodrigo Diaz, por ayudarme a crear el espacio y soporte donde pude terminar este proyecto.